Tan solo un día (relato medio).

Unido
agosto 29, 2010
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Absténcase gente a la que no le guste la lectura.
Espero que os guste.

Tan solo un día


Por la tarde

Una pareja de adolescentes se cambian las zapatillas en el interior de una bolera.

-¡Ya verás!, te voy a ganar por toooodo esto -dijo la chica, mientras hacía un gesto estirando los brazos.

-Vamos Nuria -dijo el chico, mientras introducía tres de sus dedos en la bola- no has jugado nunca, no es por ser creído, que lo soy, pero no estás a mi nivel.

-Venga, pues lanza listillo, apuesto a que no tiras ni un bolo.

El chico cogió la bola y la levantó hasta la altura de su cara. Después la lamió con la lengua.

-¿Pero que narices haces Miguel? -preguntó Nuria con cara de asco.

-Chupo la bola.

-Eso ya lo veo, ¿pero por qué lo haces?.

-Es como un ritual, me da suerte -dijo Miguel, poniendo una cara cómicamente seria.

-¿Me tomas el pelo?.

-Pues... ¿para que sea más aerodinámica?.

-¡Que luego me besas a mí con esa lengua! -dijo Nuria, poniendo una falsa cara de enfado.

-¡Pues para que la lengua sea también más aerodinamica! -dijo Miguel,aún con cara seria.

-¡Lanza la bola de una vez!.

Miguel lanzó la bola, derribando todos los bolos.

-¡Oh, sí!, ¿ves?, el ritual funciona.

Nuria cogió otra bola, miró rápidamente hacia los lados para ver que no la observaba nadie y lamió la bola, poniendo una visible cara de asco después.

-Uff, bien, allá vamos... -dijo Nuria concentrada.
Nuria dobló el brazo hacia delante, y después hacia atrás con mucha fuerza.
Con tanta fuerza que la bola se le escapó de la mano y destrozó un cristal que había detrás suya.
Ante la situación, Nuria y Miguel quedaron con las bocas abiertas, probablemente tan solo superadas por la boca del dependiente que observaba anonadado el suceso desde detrás de la barra.
Nuria cogió los abrigos que habían colocado sobre el dispensador de bolas.

-¡Ay va, pero si creo que me he dejado el gas abierto! -dijo Nuria,mientras salía corriendo hacia la puerta.

Miguel,sin pararse a pensarlo, hizo lo mismo.
Ambos corrieron a lo largo de la calle mientras oían a lo lejos los insultos del dependiente, relacionados con la profesión de las madres de Nuria y Miguel.

-Mierda -dijo Miguel- ¡que esas eran mis zapatillas favoritas!.

-Miralo por el lado positivo -dijo Nuria, mientras se colocaba las manos detrás del cuello- ¡ahora tienes unas fabulosas zapatillas de bolos!.

-Me costaron 80 euros. -Respondió Miguel.

-Yo pagaría 100 por volver a ver la cara que se le quedó al dependiente.

Ambos echaron a reir. Las carcajadas de Nuria fueron rápidamente sustituidas por un grito sordo, y después, por un grito sonoro.

-¡Nuria!, ¡mírame!, ¿estás bien?. -Preguntó Miguel preocupado.

-Sí, sí, ya se me pasa. -Dijo Nuria con voz entrecortada, mientras se agarraba una zona por encima de la barriga.

-¿Quieres ir a urgencias?.

-No -respondió Nuria, que estaba ligeramente encorvada- vamos a casa, ya se me pasará por el camino.




Por la noche

Nuria estaba tumbada en la cama, despierta.
Miguel se acercó a ella.

-¿Te encuentras mejor? -preguntó Miguel.
-Sí, ya no me duele -respondió Nuria, mientras se frotaba una zona por encima de la barriga.

-Bueno, pues entonces hicimos bien en no ir a urgencias -replicó Miguel, mientras se tumbaba en la cama y se colocaba los brazos detrás de la cabeza- hubiera sido una pérdida de tiempo, y el tiempo es lo más preciado que poseemos.

Nuria se había percatado de que esta noche Miguel estaba más sensible de lo habitual. Pensó en hacer algo para remediarlo.

-¡¿Cómo?!, ¿cómo que una pérdida de tiempo?, ¿piensas que estar conmigo es una pérdida de tiempo? -dijo Nuria, poniendo una falsa cara de enfado- ¡te voy a enseñar yo a decir que soy una pérdida de tiempo!.

Nuria empezó a hacerle cosquillas en los pies a Miguel, que empezó a mover las piernas descontrolado y le dio sin querer una patada a Nuria en el brazo.

-¡Oh dios mío! -dijo Nuria, hablando de una forma exageradamente cómica- ¡¡me has dado una patada!!.

Miguel levantó las manos. -¡No!, yo no...

-Ahora verás -dijo Nuria tomando carrerilla sobre la cama- ¡¡YIIIAAAAAHHHH!!.

Nuria se abalanzó sobre Miguel y ambos cayeron al suelo golpeándose contra el parqué.
Los dos, tumbados en el frío suelo reían a carcajadas.

La cara de Miguel volvió a entristecerse.

-No es justo -dijo Miguel agachando la cabeza- no quiero que te vayas.

-Oh, vamos -dijo Nuria, ahora entristecida también- yo ya he aceptado mi destino. ¿Por qué no puedes hacerlo tú también?.




Por la mañana

Miguel se despertó tumbado en el suelo, veía a lo lejos a Nuria, cocinando en la cocina.
Nuria canturreaba una canción mientras batía unos huevos, ella cantaba bastante mal, pero a pesar de todo a Miguel le encantaba escucharla.

Miguel se levantó de la cama y fue hacia la cocina.

-¿Qué estás preparando? -preguntó Miguel.

-Huevos revueltos -respondió Nuria,mientras seguía batiendo algo en un bol.

-¿Huevos revueltos? ¿y eso que es?.

-Pues una tortilla.

Miguel se frotó las manos y se relamió.
Rápidamente, fue a por un mantel y unos cubiertos, y los colocó en una mesa del pequeño salón de la casa.
Ambos comieron de la tortilla, y conversaron sobre los planes que tenían para la tarde.

-¿Y qué tal unos bolos? -preguntó Nuria mientras se limpiaba la boca con el mantél.

-Si quieres terminar de destrozar el local, sería más eficiente coger unos bates de beisbol -respondió Miguel, mientras daba un largo trago de una bebida de color oscuro- ¿y si vamos a comer a un restaurante?.

Nuria se colocó los brazos detrás de la cabeza. -¿A qué restaurante?, ¿el de siempre?.

-¡Por supuesto! -afirmó Miguel, mientras se echaba hacia atrás en la silla- el tiempo es fugaz, ¿para qué perderlo buscando otro restaurante, cuando podemos usarlo en disfrutar del que ya conocemos?.

Nuria resopló. -Supongo que tienes razón.





Por la tarde


Nuria y Miguel entraron en un establecimiento. ''Restaurante l'amour'' ponía en el cartel.
El restaurante era muy grande, estaba poblado por más de dos docenas de mesas, incluso siendo por la tarde, más de la mitad de ellas estaban ocupadas, probablemente por la noche no quedara ni una de ellas vacía.
El dependiente le hizo un gesto a Nuria y Miguel, y ambos se sentaron en una mesa.

Tras unos instantes sentados, Nuria se agarró con fuerza por encima de la barriga y lanzó un grito sordo.

-¿Estás bien? -preguntó Miguel preocupado.

-Sí, tranquilo -Nuria dejó de agarrarse encima de la barriga- últimamente me duele mucho...

Miguel puso una cara siniestra. Antes de poder decir nada, Nuria le interrumpió.

Oye... -Nuria se acercó a Miguel, hablando en voz baja- ¿has traído eso?.

-¿Eso? -preguntó Miguel, mientras cogía un paño de la mesa y se lo colocaba en las rodillas.

-Sí... ya sabes... -Nuria hizo un gesto, señalando a su ojo derecho- eso...

-¡Ah! -respondió Miguel exaltado- ¡eso!, sí, lo he traído.

-No irás a ponértelo, ¿verdad?, no quiero espectáculos.

-Vamos Nuria -Miguel se encogió de hombros- sabes que eso te gusta tanto como a mí.

Nuria no respondió, pues sabía que Miguel tenía razón.

Miguel señaló al camarero, que se acercaba a lo lejos -¡Mira!, ¡ya viene, ya viene!.
Sacó un monóculo de su bolsillo, se lo colocó en el ojo derecho y entrecerró el izquierdo. Después adoptó una pose elegante, seria e impasible.

El camarero se acercó a la mesa.
-Hola, ¿que van a tomar los señores?.

-Eh, pues... -Nuria no pudo terminar la frase.

-Oh, por favor querida -dijo Miguel, imitando perfectamente un acento francés- déjame a mí. La señorita tomará fua de pato con una... no, dos barras de pán.
Yo tomaré el mejor caviar que tenga.

-Oh, lo siento señor, hoy no nos queda caviar -el camarero esbozó una sonrisa- imagino que el cocinero se habrá quedado dormido o algo, jejeje.

Miguel se quedó mirando fíjamente a la cara del camarero, totalmente serio, sin hacer el menor amago de una sonrisa.

-Es usted un obsceno -respondió Miguel, fingiendo una convincente cara de enfado.

-Oh, lo siento señor -el camarero enrojeció- ¿desearía pedir otra cosa?.

-Tráigame un chuletón, muy, MUY poco hecho.

-Buena elección -respondió el camarero, mientras se daba la vuelta con prisa.

Cuando después de varios minutos empezaron a comer, conversaron sobre todo tipo de cosas. Tras una breve discusión, Nuria convenció a Miguel de que se quitara el monóculo y dejara de imitar el acento francés.

-¿Y que tal italiano? -dijo Miguel, empezando a imitar el acento- scusi siniora, is usted la más bella madame qui he visto nunca.

-Pareces hindú.

Miguel se levantó de la mesa, colocando el paño que tenía sobre las rodillas encima de ella.
-Magmuasel, si no le es molestia, he de ausentagme un momento, tengo que ig a giñag.



Miguel se lavó las manos y salió del baño.
Regresó a la mesa y vió a Nuria, con cara de dolor y agarrándose disimuladamente por encima de la barriga otra vez.
Era evidente que Nuria no quería que Miguel se fijara, ya que se preocuparía innececsariamente.

-¿Sabes? -dijo Miguel, mientras se sentaba en la mesa- el tiempo es oro, así que ¡aprovechémoslo!. -El tenedor se le calló debajo de la mesa y se agachó a buscarlo- vamos a ir a la montaña, a pasar allí... unos cuantos meses -Miguel rebuscó entre las patas de la mesa, hasta que encontró el tenedor, ahora bastante lleno de polvo- ¿qué me dices, eh cariño?... -Miguel, aun debajo de la mesa, hizo una pausa, esperando una respuesta- ¡o si lo prefieres a la playa!, a mi no me importa a dónde ir... -Miguel hizo otra pausa, pero siguió sin recibir respuesta- ¿que pasa?... ¿te has quedao sin palabras?... ¿cariño?.
Miguel salió de debajo de la mesa, miró hacia arriba, pero no vio la cara de Nuria, solo vio el espaldero de la silla.
Miguel se incorporó, y fue hacia el otro lado de la mesa, donde pudo ver a Nuria, tirada en el suelo.

-¡Nuria!, ¡Nuria! -exclamó- ¡llamad a una ambulancia!, ¡Nuria!.




Anocheciendo

Nuria, desde la cama del hospital ve a Miguel fuera de la habitación, hablando con un médico.

-¿Cuántos años lleva con él? -preguntó el médico.

-Unos cinco años -respondió Miguel, con la cara totálmente inexpresiva.

-Ya se que no le servirá de consuelo -afirmó el médico, intentando consolar a Miguel- pero cinco años... es mucho tiempo para un cancer de hígado, al menos han tenido más tiempo del que la mayoría disponen.

-Tiene razón -respondió Miguel- eso no me consuela.

-Lo siento -afirmó el médico con auténtica sinceridad.

Miguel se colocó las manos en la cara, y después emitió un largo suspiro. -¿Qué opciones hay?.

El médico agachó la cabeza. -Lo único que podemos hacer es darle una muerte indolora.

Miguel hizo un ademán con la cabeza, el médico le respondió con otro.

Miguel entró en la habitación de Nuria y cerró la puerta tras de sí.
La habitación era la típica de un hospital, paredes blancas, una cómoda, una cama con sábanas blancas, y un sillón al lado de la cama. Entre las rejillas de la persiana se filtraba un poco de luz, proveniente seguramente del atardecer. Estaba apunto de hacerse de noche.


Miguel se sentó en el sillón y agarró fuerte la mano de Nuria.
Nuria pudo ver como por la cara de Miguel bajaban unas lágrimas. Léntamente se quitó el respirador de la boca y puso su otra mano sobre la de Miguel.

-¿Por qué lloras, Miguel? -preguntó la chica, con una voz calmada y dulce.

Miguel alzó la vista y miró a Nuria a los ojos.

-No quiero que te vayas -dijo el chico, sollozando ligeramente.

Nuria tomó aire con dificultad, emitiendo un largo sonido de ahogo.

-Desde que hace cinco años se que tengo cancer, ya sabía que este día llegaría, era cuestión de tiempo, lo he aceptado y no temo a la muerte.
He tenido una vida fantástica gracias a tí. Tú me has hecho feliz. -Nuria sonrió- así que dime, ¿por qué lloras Miguel?.

-Lo siento mucho -afirmó Miguel, inclinando la cabeza hacia abajo.

-No tienes por qué. -replicó, tomando aire lentamente.
Nuria resopló. -Estoy muy cansada.

Miguel acarició la cara de Nuria. -Tranquila, duerme un poco.

Nuria volvió a tomar aire. -¿Estarás conmigo cuando despierte?- preguntó.

Miguel hizo un ademán con la cabeza. -Te lo prometo.

Nuria, aún con una sonrisa en la cara, cerró los ojos y se echó a dormir.

Miguel pasó toda la noche en el sillón, esperando a que Nuria despertara.
Pero nunca más despertó.
 

Bhansee

Bhansee
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abril 1, 2009
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Esta bastante bien, se hace entretenido, pero me ha dado la sensacion al leerlo de que todo avanzaba demasiado deprisa xD

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agosto 19, 2008
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Me ha gustado bastante, si señor. Pero concuerdo con el compañero de arriba, parece que todo va muy acelerado. Pero la verdad que la historia es muy inmersiva, te llega.
 

Peligr0

ic-mn
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noviembre 16, 2010
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La historia está bien... Demasiado triste para mi gusto hombre... Llegaría lejos en libro :D
 
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agosto 29, 2010
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Gracias a todos, lo tendré todo en cuenta.
Daos cuenta también que es un relato corto,no lo puedo hacer demasiado largo,pero intentaré mejorar ese aspecto para la próxima.
 

ScreaM2384

YouLose4G41N
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enero 22, 2012
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Muy bueno :c he leido muchas historias asi y me dan mucha pena ;c pero son exelenes ya que logran su proposito
 
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muy bueno tio, me puse en el lugar de Miguel y conseguiste sacarme una lagrimilla jejejej sigue así :)
 
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Esta muy bien, aunque un poco predecible la verdad. Aún así me ha encantado.
 
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mfduranc

mfduranc
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Como dicen mis otros compañeros al principio va muy embalada la historia y hay sucesos que ocurren muy rápido y quizá deberías dedicarle mas tiempo (como cuando se pone mala que me pareció que había poca información muy corta).
Pero en general la historia está muy pero que muy bien, me encanta que un protagonista muera al final, si no muere nadie es una mala lectura, así lo digo
 
Unido
enero 13, 2011
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Me ha gustado mucho. Bravo
Una pena que no pueda dar al botón gracias porque no hay. Si lo hubieras tendrías un gracias
 
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enero 19, 2007
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Me ha gustado mucho, para mi tiene muy buen ritmo, ya que como bien dices es un relato corto. Un saludo y gracias por el relato
 
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